Presentación

Sobre las autoras: Lorena, Elisa y Ana.

lunes, 8 de julio de 2013

Kennen Sie die Deutschen?


Hace unas semanas Ana Bermúdez Carrasco en su entrada Crisis y globalización: ¿la oportunidad del traductor? nos acercaba al concepto de internacionalización: «en medio de todo este proceso las barreras lingüísticas y culturales permanecen y, en su proceso de internacionalización, las empresas necesitan profesionales capaces de canalizar, dar forma, e incluso mejorar las estrategias de sus departamentos de exportación. Profesionales que conozcan las diferencias entre los clientes nacionales y los de otros países. Profesionales que podemos ser nosotros, los traductores e intérpretes, como mediadores lingüísticos y culturales.»

Gracias a nuestra profesión tenemos la oportunidad de conocer aquellos aspectos culturales de otros países que no se enseñan en los libros. Por eso, en esta ocasión me gustaría compartir con vosotros algunas de las cosas que he descubierto viviendo en Alemania y que pueden ser determinantes para no dar lugar a malentendidos al entablar una negociación con empresarios de este país.

¿Es imprescindible hablar alemán para abrirse paso en este país? No imprescindible, pero sí muy recomendable. Últimamente he leído varios artículos en periódicos españoles sobre algunos jóvenes que habían intentado abrirse camino en el mercado laboral alemán y que se habían quedado totalmente desconcertados porque se exige cierto nivel de idioma para optar a la mayoría de las ofertas de trabajo. Pero, ¿los alemanes no hablan perfectamente inglés? Sí, en general, los alemanes tienen un buen nivel de inglés. Incluso las generaciones más mayores cuentan con esta ventaja. Sin embargo, a los alemanes les gusta negociar en su propio idioma. Incluso los grandes consorcios alemanes con plantas de producción en diferentes países suelen mantener el alemán como idioma oficial del consorcio. Por eso, es recomendable emplear un interlocutor que pueda llevar las negociaciones en alemán o un intérprete que facilite la comunicación entre ambas partes.

¿Un retraso de diez minutos puede estropear una negociación? Sí, sin ninguna duda. Los alemanes se caracterizan por su puntualidad. Suelen llegar antes de la hora a una cita y no están acostumbrados a esperar, porque en caso de retraso se avisa con antelación. Así que retrasarse diez minutos puede generar malestar en nuestro interlocutor y, por lo tanto, provocar cierta hostilidad a la hora de negociar. Además, esta falta de puntualidad podría interpretarse como un primer indicio de que no cumplimos nuestra palabra.

¿Debemos tutear a nuestro interlocutor? Nunca. En Alemania, el tratamiento de usted es la principal forma de cortesía. Incluso entre compañeros de trabajo jóvenes se emplea dicho tratamiento (si bien es cierto, que la gente joven pasa a tutearse con cierta rapidez). No obstante, es muy habitual que compañeros que llevan años trabajando juntos continúen tratándose de usted. Lo normal es que la persona de más edad proponga al otro un tratamiento de tú. Para evitar situaciones embarazosas, mi recomendación es esperar a que el alemán proponga dicho cambio en el tratamiento de respeto.

Por otro lado, cabe recordar que en muchas ocasiones los alemanes no saben cómo actuar ante el contacto físico. Por eso, en las presentaciones se deben evitar los besos y las palmaditas en la espalda. Lo más acertado es ofrecer un comedido apretón de manos.

¿Es importante la jerarquía? Los negocios no se conciben sin jerarquía y se respeta sin cuestionarla. En general, las decisiones finales suelen pasar por manos del jefe correspondiente.

En mi opinión, uno de los motivos por el que se impone el tratamiento de usted es precisamente para mantener cierto distanciamiento y, de esta manera, reforzar la estructura jerárquica establecida. En este sentido, por ejemplo, un cliente suele evitar tutearse con un proveedor con el fin de dejar constancia de qué lugar ocupa cada uno en la negociación.

Asimismo, íntimamente ligado con el concepto de jerarquía está el título de cortesía con el que se trata a nuestro interlocutor. En este país, obtener un título académico es digno de admiración y, por eso, dichos títulos pasan a formar parte del nombre de la persona. Si, por ejemplo, su interlocutora ha realizado algún doctorado nos deberemos dirigir a ella como «Frau Doktor Müller» (Sra. Dra. Müller), o si su interlocutor posee una cátedra como «Herr Professor Schmidt» (Sr. Catedrático Schmidt). Aunque para nosotros, los españoles, suena muy pomposo, para los alemanes es una falta de respeto imperdonable no emplear dicho título académico como parte de su nombre. Por eso, si nosotros poseemos algún título académico equivalente deberemos hacer uso de él para aprovecharnos de la nota diferenciadora que nos confiere.
 
¿Es mejor ser más generalistas y conocer un poco de todo o estar muy especializado? Sin ninguna duda, para los alemanes cuanto más especializado estés, más garantía tienen de que puedes llegar a realizar un buen trabajo. El haber tocado muchos campos (por muy relacionados que nos parezcan) es un síntoma de no tener las cosas claras y de haber ido dando bandazos. Por ejemplo, el perfil de un ingeniero de motores de automoción es opuesto al de un ingeniero de motores de electrodomésticos. Para un español ambos son ingenieros industriales; para un alemán, los conocimientos adquiridos en un ámbito de poco te pueden servir en el otro. Por eso, poder demostrar años de especialización es una garantía de éxito.

En este mismo sentido, incluso las funciones de un puesto de trabajo están claramente delimitadas. De vez en cuando, puede ser un poco irritante tanta delimitación porque puede llegar a entorpecer notablemente nuestro trabajo. En ocasiones, a pesar de que nuestro interlocutor disponga de cierta información es posible que no la comparta porque «yo no soy responsable de ese asunto». En esos casos, le remitirán al compañero pertinente encargado del asunto en cuestión…

Uno de los motivos que propician el estereotipo de que los alemanes tienen un carácter sobrio y abrupto es porque «no se andan por las ramas». Tanto en su vida personal como en la laboral van directos al grano y tratan el asunto que les ocupa sin dilaciones. Además, consideran que parte de su trabajo consiste en hacer críticas constructivas para mejorar la relación laboral. Para los españoles recibir una crítica (por muy constructiva que sea) durante los primeros cinco minutos de presentación puede ser una señal de fracaso. Sin embargo, los alemanes simplemente están señalando un punto susceptible de mejora. En ningún caso pretenderían señalar el fracaso de la negociación.

De hecho, si en algún momento tienen que manifestar que no están de acuerdo con algo, lo dicen abiertamente; sin rodeos, ni eufemismos. Los españoles tendemos a decir cosas del estilo «veremos lo que se puede hacer» o «parece interesante» con el propósito de evitar una incómoda negativa directa. Afirmaciones de este tipo pueden ser malinterpretadas por un alemán porque parecen más optimistas de lo que en realidad son. En Alemania un no rotundo es la manera más fácil de delimitar los márgenes de la negociación.

Por último, no quiero olvidarme de mencionar que los alemanes son muy cumplidores con las normas, los acuerdos, las fechas de entrega, etc., que se establecen durante la negociación. Si se han determinado ciertas normas para llevar a cabo un trabajo, alguna razón de ser tienen… No se han redactado de manera fortuita y, por lo tanto, se deben respetar aunque por hacerlo se complique el proceso de un trabajo o se dilate un procedimiento. ¡Las normas están para cumplirlas!

Como conclusión, me gustaría recordar que todas las cuestiones analizadas son una simple opinión personal basada en mi propia experiencia. Por eso, ¿hasta qué punto y en qué aspectos estáis de acuerdo conmigo? y ¿en cuáles discrepáis?

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